Que tu amor inagotable nos rodee, Señor, porque solo en ti está nuestra esperanza.
Salmos 33:22 (NTV)
El mayor deseo que todos tenemos es ser amados. Por mucho tiempo me había preguntado la razón de este deseo y luego de abrir mi corazón pude comprender la respuesta y es simple: necesitamos a Dios. 1 Juan 4:18 nos dice que Dios es amor. Vicki J. Kuyper dijo: Es difícil de entender cuán profundamente se preocupa Dios por nosotros, porque nuestra experiencia de amor de primera mano procede de relaciones con personas imperfectas. Pero el amor de Dios es diferente. Con Dios no tenemos por qué temer a la condenación, al malentendido o al rechazo.
En muchas ocasiones el mundo nos muestra una versión distorsionada de lo que es el amor. De acuerdo con la Real academia, esta es una de las definiciones del amor: «Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser».
De seguro en algún momento de tu vida has dicho o escuchado lo siguiente: No quiero saber del amor. La realidad es que nosotros hemos construido una definición de amor basada en experiencias personales que nos han dejado heridas y nos han marcado significativamente. En Juan 4:13-14 NTV encontramos unas palabras que pusieron punto final y determinaron un nuevo comienzo en la vida de una mujer y que aplican para nosotros en este tiempo: Cualquiera que beba de esta agua pronto volverá a tener sed, pero todos los que beban del agua que yo doy no tendrán sed jamás. Esta agua se convierte en un manantial que brota con frescura dentro de ellos y les da vida eterna.
Cuando Jesús miró corazón de esta mujer, vio una vida llena de decepción y vacío; pero que anhelaba en silencio un despertar hacia una transformación.
Más adelante en los versículos 16 y 17 nos damos cuenta de que esta mujer samaritana con la cual Jesús estaba hablando en el pozo había estado casada cinco veces y vivía con un hombre que no era su esposo. Jesús la conocía y quería traer un renuevo a su vida. Sin duda, la gente a su alrededor la había hecho sentir menospreciada, pero en ese instante estaba junto a aquel que nos dio valor.
Jesús tan solo quiere hacernos conscientes. Y para ello necesita confrontar nuestra realidad con Su verdad. El amor de Dios es firme, no inconsistente. Su amor no depende de lo que hagas. A través de una relación con él encontramos aceptación. Podrás entender su amor inagotable pidiéndole a Jesús que traiga sanidad a tu vida.
Una de las maneras en las que se le describe es como nuestro Sanador. Si hablamos de sanidad, estamos hablando de heridas. No hay sanidad sin la presencia del Sanador. Cuando le permitimos a Dios entrar en esas áreas de nuestra vida que hemos ocultado y dejamos que él tome el control, veremos Su fidelidad obrando a nuestro favor. El amor de Dios es incondicional. Está lleno de paciencia, bondad, verdad, fe, esperanza y firmeza (1 Corintios 13:4-7, NTV). Sin importar lo que hayamos hecho, Jesús nos valora. Dentro del corazón de Dios encontrarás esa paz que tanto anhelas. Ten por seguro que el Señor cumplirá su propósito en ti (Salmo 138:8, RV60).
¡Permanece en Su amor!
Con amor,
Yaileen Caba
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