La adoración es parte integral de nuestra vida cristiana. A veces pensamos que es nuestro amor a Dios lo que nos motiva a adorar a Dios. Ser agradables a Él. Creemos que eso es lo correcto y hacemos todo lo posible para agradarle, no fallarle y vivir la vida en adoración a Él.
Este fue el caso del apóstol Pedro. Pedro era un hombre común y corriente, un pescador, pero Jesús lo miró. No solo detuvo su mirada en él sino que lo llamó para que fuera pescador de hombres. Nos relata la Biblia que desde ese momento en adelante vivió apasionado por Jesús, le siguió a todas partes, aprendió a sus pies y fue testigo de sus milagros. Se da cuenta que Jesús verdaderamente era el Hijo de Dios. Pedro creía amar tanto a Jesús que estaba dispuesto a dar su vida por él. Le decía a Jesús que no permitiría que nadie le hiciera daño. Defendía a Jesús apasionadamente y verbalizó en una ocasión: “Señor yo jamás te negaría”. Estaba tan apasionado por Él que en una ocasión cortó la oreja de un soldado que trató de acercarse al Maestro. Pero Jesús mirándole amorosamente le profetiza diciendo: “antes de que cante el gallo me negarás tres veces”. Pedro en su mentalidad religiosa y sintiendo un inmenso amor hacia Jesús, no podía creer ni entender lo que el Maestro le estaba diciendo. No podía entender que Jesús, quien conocía todas las cosas, dudara de su amor y le dijera que lo negaría. Llegó el momento… y antes de que el gallo hubiese cantado, Pedro le negó tres veces. La vergüenza, el dolor y la culpa abrazaron su corazón y regresó al lugar de inicio. Regresó al mar.
Jesús al resucitar siente la necesidad de volver a donde se encontraba Pedro, allá en la playa. Es sanador saber que Jesús siempre va tras nosotros, va a nuestro encuentro. Y Allí llegó el Maestro, ocurre la pesca, se sientan a desayunar y le repite el mismo llamado que le había hecho al principio. En el diálogo Jesús le pregunta a Pedro en tres ocasiones: “Pedro, me amas? Tanta era la insistencia que Pedro sintió tristeza.
En una ocasión escuché al escritor y Pastor José Luis Navajo explicar los tipos de amor (ágape, filial y eros) e hizo referencia a esta escena en la que Jesús conversa con Pedro. Decía el Pastor que esta insistencia en la pregunta de Jesús lo que le estaba preguntando a Pedro era: ¿Tú me “agapas»? Y Pedro le contestaba: ¡Señor yo te “fileo»! En buen español Jesús le decía: ¿Pedro tu me «amas”? Y Pedro le contestaba: ¡Jesús te «quiero”! A la tercera ocasión Pedro se da cuenta de que no puede amar a Jesús de la misma manera que este lo ama a él. No puede “agapear” a Jesús, devolverle a Jesús el amor de la misma manera.
Esto es lo que me lleva entonces a pensar que desde ese momento en adelante y ante esta confrontación, Pedro comienza a vivir para el Maestro, comienza a ganar almas para Jesús y comienza a cumplirse la palabra profética que un día fue depositada sobre su vida. Comienza a vivir en pura adoración!
Esto nos lleva a reflexionar y concluir que no es por lo mucho que yo ame a Jesús, que le adoro, sino por lo mucho que Jesús me ama a mi. Es necesario que entendamos que es por GRACIA y es eso lo que me mueve en respuesta a su amor adorar. Nunca podremos dar nuestro mayor nivel de adoración hasta que logremos entender que es por su gran amor. De esta forma podremos empezar a vivir una vida en completa adoración. Nuestra adoración es la respuesta a su gracia, a su amor.
Jesús quiere que entendamos que su amor hacia nosotros es tan grande que aun cuando nuestra capacidad humana no nos basta para mantenernos fieles, su amor y su gracia cubre multitud de pecados. Cuando internalizamos esto entonces nos movemos en adoración. De lo contrario solo le adoraremos a medias, sin una entrega total.
No dejamos que la pasión por Jesús nos ciegue. Reconozcamos que es su gracia y su amor la que nos cubre y entonces rindamos una verdadera adoración.
¡Bendiciones!
Danamarie Ríos
@ 2017 Pote de Sal
¡Tremenda exposición!
¡Tremendo y profunda exposición!
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