El libro de Marcos 10:46-52 nos relata que Jesús tuvo un encuentro con un hombre ciego a la salida de la ciudad de Jericó. En los tiempos que el Maestro llevó a cabo su ministerio, Jericó era una ciudad que su gran parte geográfica estaba abandonada, porque Herodes el Grande, el gobernador, había construido una nueva ciudad. Era ya de costumbre en la entrada y salida de ciudades que hubiesen méndigos y personas rechazadas por la sociedad, porque como eran rechazadas tenían la esperanza de los que entraban y salían (los peregrinos y extranjeros o turistas) podían tener misericordia sobre ellos. Para ese tiempo se estaba acercando la celebración de las pascuas, lo cual la cantidad de personas era mayor pues estaban pasando por Jericó para llegar a Jerusalén. El día fue sábado, día que la ley judía dictaba que era de descanso, pero Jesús sabía que su milagro no era en respuesta a romper o abrogar la ley, era en base a la necesidad de aquel hombre. ¡La santidad del Maestro va más allá que una ley, llega a la necesidad, al excluido, al dolido, al rechazado por la iglesia! El pensamiento de Jesús era no romper la ley del sábado es que el sábado se hizo para descansar y un enfermo no descansaba. Él sanó sábado para que los enfermo descansaran del día.
Este hombre ciego llamado Bartimeo se encontraba según Marcos en a la salida de Jericó, camino hacia Jerusalén. Me parece interesante el verbo que utiliza Marcos cuando se refiere a la causa para que este ciego gritara, “oyó”, (v.47). El oír es parte de nuestros cinco sentidos. A causa de oír emitimos múltiples acciones dispuestas como indispuestas. Imagínese lo importante que era para este ciego oír, los demás sentidos (tacto, olfato, gusto y auditivo) los tenía muchos más desarrollado que una persona que tiene todos los sentidos, pues su necesidad le obliga a desarrollarlos con mayor amplitud. El oír es tan importante y La Biblia establece; “Así que la fe viene por OIR, es decir, por OIR la Buena Noticia acerca de Cristo.” (Romanos 10:17 NTV). Cuán importante es prestar atención a lo que oímos.
El efecto que causó a Bartimeo escuchar que Jesús se acercaba fue un grito, pero un grito de misericordia y de reconocimiento sobre quién era que estaba pasando allí. Bartimeo tenía que haber escuchado de Jesús y no quería perder la única oportunidad que podía tener en su vida. Quizás era la primera y última vez que Jesús pasaba por allí.
La gente lo mandaba a callar, pero más fuerte él gritaba (v. 48), sabía que Jesús podía ver su necesidad y efectuar un milagro. Jesús tiene la capacidad de fijarse en nosotros aunque la gente nos rechace y no tengamos voz en la sociedad o iglesia, de hecho aunque no se sabe la edad de Bartimeo, la sociedad ha categorizado a la juventud como delincuencia porque está “ciega”. Asocian las drogas y alcohol con la juventud, tenemos que gritar, nuestra voz se tiene que escuchar en los cielos y tierra, ¡hay una nueva generación que está estableciendo el Reino de Dios!
La historia concluye Jesús sanando a Bartimeo y luego convirtiéndose en un seguidor del Maestro. Esto responde luego de hacerle una pregunta contundente; “¿qué quieres que yo haga por ti?” (v. 51). Hoy, Jesús te lanza la misma pregunta, él sabe tu necesidad, pero tú tienes que reconocerla para que atesores el milagro. La sociedad querrá apagar tu voz, pero con mayor fuerza clama al Maestro y él te responderá, porque siempre habrá una razón para gritar. ¡Juventud, grita, Jesús está cerca de nosotros!
Pastor Peter E. Rivera-Fuentes (Jr.)
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