Hazme andar por el camino de tus mandatos,
porque allí es donde encuentro mi felicidad.
Dame entusiasmo por tus leyes
en lugar de amor por el dinero.
Aparta mis ojos de cosas inútiles
y dame vida mediante tu palabra.
Confirma a tu siervo tu promesa,
la promesa que hiciste a los que te temen.
Ayúdame a abandonar mis caminos vergonzosos,
porque tus ordenanzas son buenas.
¡Anhelo obedecer tus mandamientos!
Renueva mi vida con tu bondad.
Salmo 119: 35-40 NTV
Cuando leíste el tema de este escrito de seguro paso por tu mente un sinnúmero de momentos difíciles en los cuales pensaste, o actualmente piensas, rendirte porque consideras que no lograrás esa ardua tarea que tienes por delante. Hace unos días, me encontraba conversando con una mujer joven acerca de la importancia de mantener una relación con Cristo a pesar de las situaciones que ocurren a diario, cuando dijo algo que, en lo personal, caló en lo profundo de mi corazón y se convirtió en la razón de este escrito. Ella dijo: “Me cuesta trabajo mantener una relación con Dios, siento que es una meta inalcanzable.” Sin duda, me identifique y pensé: ¡Cuánta necesidad tiene nuestro corazón de intimar con Su creador!
Toda relación demanda que ambas partes mantengan un compromiso. De lo contrario, la relación no funcionará y con el tiempo se desvanecerá. Una gran mujer a la que admiro, Erika Michael, dijo: Las relaciones que funcionan no tienen nada que ver con cómo te veas, sino con quién eres, con las decisiones que tomas y con la capacidad de comenzar una y otra vez. Cuando se trata de mantener una relación con Dios necesitamos comprometernos con Su sueño.
porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén,
por medio de nosotros, para la gloria de Dios.
2 Corintios 1:20 RV60
Para conocer a Dios tenemos que ir a un principio básico, pasar tiempo con Él. Para que Él nos muestre Su voluntad, necesitamos tener paciencia. Y sobre esa paciencia es que debemos actuar y tomar decisiones sabias. Constantemente tenemos que detenernos y evaluar el rumbo de nuestra vida para darnos cuenta si vamos en la dirección correcta o en la dirección errónea. He pasado por estos momentos, creo que en este último tiempo he aprendido evaluarme a diario y que mejor que tomar estos espacios para volver a intimar con el Señor pidiendo Su perdón y dirección.
Es preciso reconocer que en muchas ocasiones con nuestra actitud alejamos la presencia de Dios de nuestra vida, y a su vez, la respuesta a nuestras peticiones. Debemos tener fortaleza ante los conflictos y la entereza de reconocer que cuando cambiamos de actitud y decidimos abrazar a Dios , entonces podemos ver nuestra realidad desde otra perspectiva llena de paz y de un futuro esperanzador. La transformación que Jesucristo hace día tras día en nuestra vida, aunque nuestros ojos físicos no lo puedan ver, es la antesala que nos lleva a mantener una relación de intimidad. Las transiciones son necesarias para avanzar y ser una mujer fuerte. Cuando nos relacionamos con el Señor y trabajamos en cualquier ministerio para el Reino de Dios no podemos permitir que nuestras debilidades sean mayores y se interpongan ante nuestras habilidades. Enfocarnos en nuestras debilidades nos aparta del propósito que Dios quiere cumplir, mientras que nuestras habilidades nos permiten trabajar con esmero y pasión hasta perfeccionar cada detalle de nuestro interior en Cristo Jesús.
Está vestida de fortaleza y dignidad,
y se ríe sin temor al futuro.
Cuando habla, sus palabras son sabias.
Proverbios 31: 25-26
¡Cuán importante es que una mujer se vista de fortaleza! Tu relación con Cristo no es una meta inalcanzable. Tan sólo es una serie de pasos firmes donde nuestra fe es puesta a prueba y donde tenemos que desvestirnos de las ropas viejas que cargamos y que pesan sobre nuestra vida.
Aunque vivamos en este mundo y tengamos un sinnúmero de placeres a nuestra disposición, creo que no hay nada mas admirable que conocer y disfrutar la belleza del Señor sobre nosotros. Y tu relación con Cristo, ¿ha progresado?
Con amor,
Yaileen Caba