Hace unas semanas mi ahijada de 13 años dio su primer sí a uno de sus compañeros de clases. Se conocen desde el comienzo del año escolar y con el tiempo hicieron amistad. Como él siempre la ha tratado bien, ella se dijo así misma por qué no ser su novia.
Su experiencia me acordó a la mía cuando, sin saber bien lo que estaba haciendo, di mi primer sí a los 15 años; él tenía 14 y poca experiencia en noviazgos. Ninguno de los sabía bien lo que estaba haciendo; ni él al preguntar, ni yo al responder. Sin embargo, a principios del verano del año 2004 comencé mi primera relación.
Fue un amor de verano que comenzó con bastante aflicción y terminó con muchas lágrimas. Es algo que no me gustaría que mi ahijada pasara, ni nadie que está comenzando su primer noviazgo. No tuve a nadie que me guiara y me dijera qué cosas debía o no debía hacer; qué cosas decir y qué cosas omitir; cómo responder ante ciertas circunstancias y cómo lidiar con otras.
Luego de la pregunta “¿Quieres ser mi novia?”, la respuesta “sí” es una de las decisiones más importantes de tu vida, ya que debes entender que el noviazgo es la preparación para el matrimonio. Por lo tanto, comenzar un noviazgo es empezar a compartir con una persona con la que posiblemente estés el resto de tu vida.
Es por eso que hoy quiero compartir al menos 5 cosas que me hubiese gustado saber antes de comenzar una relación, sobre todo a tan corta edad.
Quizás no dure mucho
Aunque suene fuerte y hasta trágico, hay que entender que no todas las
relaciones duran, especialmente las que comienzan en el pleno surgimiento de la adolescencia. Sí, hay excepciones en esta vida y conozco personas que han comenzado una relación a sus 13 años y llegaron al matrimonio. No obstante, ese no es el caso para todos y puede que, por una u otra razón, tu noviazgo tenga un punto final, sobre todo si no es la voluntad de Dios que estén juntos.
Ámate primero
No fue mi primer noviazgo el que me enseñó a amarme. Fue uno que empezó mal y terminó peor. Desde el inicio, era evidente que yo no era prioridad en su vida. Aparte de eso, él era el jefe de la relación. Se hacía lo que él quería y cuando él quería.
Prácticamente, yo no tenía voz ni voto. Asistíamos a sus actividades, pero a las mías no, porque él no se sentía cómodo con mis amistades ni con mi familia; comíamos lo que a él le apetecía. Aparte, él aparecía cuando le placía.
Al principio, yo siempre estaba detrás de él y hasta le rogaba para que compartiera conmigo. Lo más triste es que no éramos nada oficial porque él no estaba seguro de que realmente quería estar conmigo. Claramente, él no me amaba, pero no era completamente su culpa, sino más bien mía, porque yo tampoco me amaba.
Durante una semana que él estuvo desaparecido, comencé a reevaluar lo que yo estaba haciendo con una relación inexistente: la mía conmigo misma.
No fue un camino fácil; no fue un proceso de velas aromáticas ni experiencias que me llevaban a darle gracias a Dios hasta por lo malo que me pasaba. Fue un proceso de lágrimas, peleas con Dios, coraje con él. Comencé a refugiarme en oración y en muchos libros de autoayuda. Después de muchos años en esa relación tóxica, me preguntó si lo amaba. Le dije: “sí, te amo, pero me amo más a mí”.
Si te amas lo suficiente, podrás fácilmente identificar cuando alguien no te ama. Cuando te amas a ti primero, podrás fácilmente “basta” o “no quiero esto para mí” o “sé que valgo más que lo que él me puede dar”.
Sexo no necesariamente significa amor
Recuerdo que para mis años de adolescencia existía una frase que muchos varones utilizaban con bastante frecuencia: “¿Me amas? Demuéstramelo”. De la manera que lo exigían era a través de tener relaciones sexuales. Es lamentable decir que conozco a varias mujeres quienes accedieron ante esta solicitud egoísta y vacía. Esto va más allá de que si el sexo antes del matrimonio es pecado; esto tiene que ver con autoestima y valor propio.
Si un hombre te ama y confía en ti, jamás te pedirá que se lo demuestres con tu cuerpo. Si no estás lista y quieres esperar, tienes el derecho y la autoridad de decir que no. Si es necesario, añade un “adiós” al final.
No olvides tu esencia
La vida es un continuo aprendizaje sobre quiénes somos y hacia dónde vamos. No todos sabemos qué queremos, especialmente cuando estamos en plena adolescencia. Hay personas que son como Kirby, absorben lo que tienen otros. Conozco personas que no saben quiénes son y adoptan gustos, personalidades, costumbres y hasta pasatiempos de las personas que les interesan.
En el caso de mi ahijada, para la edad que tiene sabe qué le gusta, qué carrera estudiar y qué quisiera ser cuando sea grande. Sería lamentable que al entrar en este noviazgo pierda su esencia y que sus pasiones y metas cambien.
Lo ideal es estar con una persona que acepte quién eres, te impulse y te ayude a alcanzar tus metas, y viceversa.
Jesús en el centro
Cuando una relación es de Dios, esta te acerca más a Él que a tu pareja y no abruma tu identidad. Orar para pedir confirmación es importante. Tener un mentor o mentores que los guíen en esta jornada también es importante. Jesús debe ser el centro de la relación y de la vida de cada uno para que ninguno se pierda.
Querida ahijada,
Espero que esta nueva experiencia de tener tu primer novio te ayude a crecer. Sabemos que él es bueno, te consiente comprándote regalos y te espera cuando sales de alguna clase. Quizás muchas cosas que te menciono no las entiendas todavía. Sin embargo, sé que algún día lo harás. No olvides estas 5 cosas que me hubiese gustado saber antes de comenzar mi primer noviazgo. Además, recuerda: Dios no une personas; Él une propósitos. Hay que ver si es la voluntad del Padre que esta relación continúe. Si no lo es, desde ya oro para que te dé paz.
Un abrazo,
Isa Figueroa