Amar con libertad desde un lente maternal

Hace poco, mi hija de un año comenzó a caminar. Enseñarle a dar sus primeros pasos fue un proceso rápido. Después de unas prácticas, ella ya estaba casi corriendo. Mientras hago tareas en el hogar, siempre la pongo en su área de juegos que tiene una verja de bebés. Un día, se me olvidó cerrarla. Mientras limpiaba la estufa, ¡la chica de momento se me apareció en la cocina! 

Cada vez que la voy a bañar, en vez de dirigirse al baño, ella se me escapa caminando para todos sitios, excepto para donde quiero que vaya. Y eso… es la vida de padres: tener planes para nuestros hijos y que ellos hagan otra cosa completamente diferente.

Cuando aún estaba embarazada, mi esposo y yo hablábamos sobre las cosas que nos gustaría para nuestra hija. Como Dios, sabíamos muy bien lo que teníamos planificado para ella. Sonplanes para su bienestar, jamás para su mal, para darle un buen futuro y esperanza. Hablamos sobre clases de música, baile, conseguir un buen sistema educativo (posiblemente homeschooling), comenzar a ahorrar para su universidad, entre otras cosas. Bromeando, comenzamos a decir “Un músico y una escritora tienen una hija y al crecer nos diga: mami, papi, quiero estudiar medicina”. Me quedé pensando: ¿Y qué tal si no quiere ir a la universidad?” Nos reímos, pero nos percatamos de una realidad.

Nuestros hijos son seres individuales, crecen y se convierten en personas con mentes independientes. Desarrollan sus propias ideologías, preferencias (incluso las sexuales, aunque no lo aceptemos), principios y sus propios planes. 

Nuestro trabajo como padres es enseñarles el camino que entendemos que es el correcto. Sin embargo, debemos darles la libertad de elegir lo que quiere ser y hacer, entendiendo y amando incondicionalmente. ¿Para qué queremos hijos si no vamos a entender que ellos son personas también?

No podemos forzarlos a tomar decisiones y mucho menos convertirlos en una versión de nosotros. Eso no es amor. Vemos a muchos padres queriendo cumplir sus sueños frustrados vicariamente en sus hijos. Eso tampoco es amor; al contrario, eso es egoísmo total. Somos padres, no dictadores. De esa misma manera es que como veo a Dios. 

Una vez, a nuestra iglesia fue un predicador que, siempre que va, nos deja boquiabiertos. Esa noche, mencionó que Dios está presente, pero no está en control. A todos nos chocó lo que dijo, ya que por años se nos ha dicho que Dios siempre está en control. Sin embargo, como muchos dicen, si estuviera en control, ¿por qué hay asesinos? ¿Por qué existe el cáncer? ¿Por qué hay tanta maldad en el mundo? ¿Por qué gente buena muere?

En una conferencia, un ateo le preguntó a un teólogo: si Dios siempre está observándonos, ¿por qué Dios no evita que los gatillos dejen de funcionar? Su contestación se puede resumir en una palabra: amor. “No puedes amar sin libertad”, respondió. Si algo o alguien te obliga a tomar una decisión, no te ama, sino que te dicta.

No quiero ser la dictadora de mi hija. Quiero amarla con libertad para que ella se desarrolle de manera individual. Si ella comete un error –que lo hará, como todos– obviamente nos dolerá. Si toma decisiones que van en contra de nuestros principios, claro que sufriremos como padres. Sin embargo, no habrá nada en esta vida que ella haga que cause que dejemos de amarla. De la misma manera que “ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Quiero amarla con libertad.

Isa Figueroa

isaagosto.com

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