Aviso de tormenta. 


Mientras redacto este escrito me encuentro sentada frente a una ventana en donde puedo ver la lluvia caer y todas las hojas moverse por el viento que sopla. Hace unos días se emitió un aviso de tormenta y con el pasar de las hora incluso se convirtió en huracán. Soy del tipo de personas que esas cosas no le alarman. Para mí fue tan normal como que avisaran lluvia, y quizás debería reaccionar distinto; quizás debería alarmarme y prepararme mejor, más no sentí la necesidad de hacerlo. En las tormentas el ruido del viento, los árboles caer, los truenos, y los rayos pueden llegar a robarnos la paz, y en ocasiones hasta a temer por nuestras vidas pues, sin lugar a duda, han habido grandes tormentas y huracanes que han dejado un gran daño físico. Pero este escrito no es para hablar de tormentas de la naturaleza, más de aquellas tormentas que muchas veces nacen y destruyen nuestro pensamiento, es decir nuestro corazón.

Esta tormenta me ha hecho pensar mucho en las diferentes tormentas que atravesamos en nuestra vida, y hablo de tormentas emocionales, y/o mentales en las cuales los verdaderos estragos son dejados en nuestra persona, y en nuestra forma de ver la vida; en donde se desarrolla nuestro carácter y donde se fortalece nuestro espíritu. ¿Qué pasa cuando hay aviso de tormenta en esas áreas? ¿Reaccionamos sin uso de razón? ¿Tomamos decisiones apresuradas y corremos sin dirección? Mi pastor ha edificado en nosotros muchas veces acerca del detalle de reaccionar a las cosas. La reacción requiere un estímulo, es algo automático y reaccionar implica que el estímulo tiene gobierno sobre ti y que tiene más autoridad que lo que Dios quiera decirte en ese momento. ¿A dónde quiero llegar? A que el aviso de tormenta, ni la tormenta puede llevarnos a reaccionar. Nuestra única reacción debe ser estar atentos a lo que Dios quiere de nosotros. Es una de esas cosas que es más fácil dichas que hechas, sin embargo, se trata de dominio propio, el cual nos fue dado por Dios. (2 Timoteo 1:7)

¿Cómo se llega a eso? Pues les cuento que voy de camino. No existe una fórmula mágica; se llama confianza. Solo puede estar tranquilo aquél que conoce el resultado. Y yo, aunque no conozco el “como” ni el “cuando” sé que el resultado es que Jesús vence al mundo. (Juan 16:33) Entonces nuestro trabajo durante la tormenta es fortalecer nuestras raíces en Dios quien es verdaderamente inconmovible. Y no hay dos formas de fortalecerse en Dios. No se puede cargar nuestras ideas, nuestra razón y nuestra manera de ser, y pensar que en eso Dios se glorifica. Por el contrario tiene que haber una disposición de rendirlo todo para que SOLO sea Dios en nosotros. No hay ni una sola partícula de nuestra humanidad que confíe en Dios, más tenemos el espíritu de Dios que nos guía y dirige a donde nuestra humanidad ni tan siquiera puede ver.

Resulta que ahora miro por la misma ventana que miraba al comenzar este escrito y la lluvia cesó, el viento no sopla tan fuerte y el sol comenzó a salir. Muchas veces el aviso de tormenta es lo que funge como espejo para ver en donde estás, para poder ver si reaccionas por estímulo o accionas porque Dios así lo ha dicho. Puede ser que la tormenta sea fuerte y difícil pero siempre trae consigo enseñanza, madurez, entendimiento y fortaleza de espíritu. He aprendido que estar consciente de eso también es parte de mi adoración a Dios. No hay espacio para cuestionar a Dios por los procesos o etapas de la vida, sino que solo hay espacio para responder a lo que Dios habla, pide, y quiere de nosotros.

 

“Fiel es el que os llama, el cual también hará…”

 I Tesalonicenses 5:24

“Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal.”

2 Tesalonicenses 3:3

¡Sean bendecidos!
-Bianca Paola

© 2016 Pote de Sal

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s