Quiero comenzar diciendo que me encantan los aviones. Cuando niña, mis padres me llevaban al aeropuerto solo para ver el despegue los mismos. Ahora me siguen gustando, pero cuando me monto en ellos, me causa cierta ansiedad, aunque sea manejable. Aún así, disfruto el viaje.
A veces estoy pendiente al piloto del avión en donde estoy. Me fijo en cuál es su nombre y en cuán amable pueda ser cuando saluda a sus pasajeros. También, he observado que el piloto y copiloto, antes de comenzar el viaje, verifican cautelosamente si su avión está apto para el largo o corto vuelo. Verifican áreas específicas, y hasta tienen quiénes verifiquen los alrededores de dicho avión. Esto se hace por muchas razones, pero entre lo esencial estaría la seguridad de los pasajeros, y en adición se conoce de antemano las turbulencias e incertidumbres que puedan presentarse en el viaje. Por esto, el avión debe estar sumamente preparado.
Cuando un piloto decide realizar el despegue, es porque ya entiende que su aeronave no tiene defecto alguno que impida dar vuelo.
Esta corta información que he compartido, ¿acaso no nos puede ayudar a reflexionar? Pensemos que Dios es ese piloto y nosotros los pasajeros de ese avión. Las turbulencias que la aeronave experimenta causan ansiedad (me ha pasado); y si comparo tal escenario con propias vivencias, ocurre lo mismo. Hay sucesos que pueden ser representados como turbulencias, que te hacen temblar y dudar. ¿No te ha pasado? Llega la escasez o la enfermedad, y tu mente comienza a «maquinar»… y es que, en ocaciones pensamos que estamos en una burbujita, la cual no puede ser tocada; y cuando Dios permite que pases por experiencias turbulentas, te da temor y posiblemente puedas dudar.
Nos preguntamos: ¿Cómo es que Dios siendo el piloto, mi aeronave pasa por turbulencias y tormentas, pareciendo ser el fin? Quisiera tener otras respuestas, pero solo sé una— algo Dios te quiere mostrar. Así como el piloto verifica su avión antes de cualquier viaje, Dios te escudriña a ti.
«Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.»
Jeremías 17:10
Él conoce tu corazón, evalúa tu vida, así que conoce tú capacidad, tal como el piloto conoce si su avión tiene la capacidad de volar. Posiblemente, algo Dios quiere que alcances y lo que presencie tu aeronave será de preparación. Si Dios te echó a volar, es porque sabe que lo puedes hacer.
¡Confía! Dios te ama. Tus vivencias, ya sea pasado, presente o futuro, son necesarias. Tienes al mejor de los pilotos, el cual te cuida, sustenta, y te protege. Si pasas por turbulencias, no pienses que no está presente. Su Espíritu Santo te acompaña. Estar contigo es su función. Déjate llevar, déjate guiar por el piloto inigualable.
Dios te bendiga
Shirley
© 2017 Pote de Sal