No sé si a ustedes les pasa que cuando van a un lugar y les gusta mucho, le comparten a sus amigos la vivencia con la esperanza de que ellos vayan y disfruten de la maravillosa experiencia que usted tuvo. Por mi parte soy así, si veo una película que en mi criterio es excelente yo quiero que otros la vean y que no se pierdan ni un segundo de la trama. Si me deleito con un suculento plato, quiero que ya llegue el día en que podamos ir y comerlo juntos para que disfrutemos del memorable momento.
Cuando comencé en los caminos del Señor, esta experiencia no fue la excepción. Me sentía tan feliz, tan llena, tan completa, tan liviana que deseaba con todas las fuerzas de mi corazón que todos experimentaran tal sensación de gozo. Mi familia inmediata fueron las primeras personas que evangelicé, en mi primer testimonio se rieron, no en son de burla si no que no podían creer que yo me estuviera expresando así. El tiempo fue pasando y se dieron cuenta que no fue una moda más que había agarrado, esta vez era algo que realmente me había cambiado.
De mi casa, esta pasión por evangelizar pasó al campus universitario donde estaba (UPR Ponce), y allá junto a otros apasionados, comenzamos a ver la universidad como nuestro gran campo misionero. Siempre que teníamos la oportunidad salimos de nuestro salón a hablarle a otros de Jesús.
Vivimos experiencias maravillosas y conocimos mucha gente que nos bendijo grandemente. Entre esas personas podemos mencionar a Michael Córdova, para ese momento él trabaja para Chrisian Aid y en dos ocasiones pudimos llevar misioneros extranjeros al campus para hablarles de Jesús a los jóvenes. De ahí continué trabajando con él y su esposa Everidis en un hermoso grupo que se llamaba Conquistadores de
Puerto Rico a las Naciones. Este ministerio estaba compuesto de distintos departamentos y yo me enlisté para el Departamento Bethesda. En este departamento nos íbamos a encargar de evangelizar y ayudar a las personas sin hogar. Recuerdo un hermoso evento que se realizó en Ponce, donde la comunidad y nosotros como facilitadores fuimos grandemente bendecidos al bendecir.
Como iglesia tenemos la gran responsabilidad de ser las manos, los pies y la boca de Jesús en la tierra. No pierdas tan maravillosa oportunidad que Dios te da de compartir las buenas nuevas de salvación. El mundo está saturado de malas noticias. ¡Hay urgencia de Dios! Termino este escrito citando lo que decía una pegatina en un vehículo: Predica en la plaza, predica en el campo, predica en tu casa, predica en el metro, predica de noche, predica de día y si es necesario abre tu boca.
Jennifer Maurás