Una vez, alguien me preguntó: “Si no tuvieras miedo, ¿qué harías diferente?” Pensé por unos momentos y recordé cada momento que he querido evangelizar, pero no me he atrevido. Quizás sea por miedo al rechazo o a que respondan con un argumento negativo. Sin embargo, si no tuviera miedo, iría por la vida manifestando lo que para mí significa el Evangelio: Cristo.
Si no tuviera miedo, les diría a muchas personas que Jesús los salvó, que ya están limpios y fueron hechos nuevos en Él, porque Él ya venció. Haría énfasis en sus últimas palabras, que fueron: “Consumado es (Tetelestai)”. Si el miedo no fuera un factor en mi vida, en vez de ir vociferando que Cristo viene, diría que ya está aquí, en cada uno de nuestros corazones esperando a ser encontrado y reconocido.
Si el miedo en mí no existiese, me atrevería a decir que hace falta redefinir lo que es el
Evangelio, que no es lo que podemos obtener de Dios, sino lo que ya tenemos, lo que hizo por nosotros. Mencionaría que ya tenemos acceso a Él, que podemos relacionarnos con nuestro Padre, que no está lejos.
“El evangelio es libertad fundamentada en una relación personal e íntima con Dios. El evangelio no es una serie de reglas y normas que hay que seguir o cumplir. Es una relación de amor que comenzó en la eternidad y culminará en la eternidad”. –Javier A. Ramón
Mi contestación a la pregunta fue que evangelizaría de una manera diferente. Escucharía primero a la persona, crearía un vínculo de relación y, al final, diría que Jesús es suficiente.
Si tú no tuvieras miedo, ¿qué harías diferente?
–Isa Figueroa