Sal en las heridas

Mientras el domingo mi Pastor exponía el mensaje de la palabra de Dios, hablaba sobre laexperiencia de Eliseo con las aguas malas (contaminadas) y la tierra fértil (2 de Reyes 2:20-23). Relataba la condición de nuestras vasijas y sus razones muy sustentadas sobre el contenido que ésta debe llevar.

Coincido en que como bien él mencionara, “La vasija tiene que estar en su mejor condición para soportar la sal que le será depositada”.

Este gran elemento, la sal; tiene como características muy particulares, limpiar, purificar, preservar y dar sabor. De esta manera la sal marca un antes y un después en nuestras vidas, dejando una huella irrevocable a raíz de cada etapa experimentada.

Puedo entender que el quebranto en ocasiones, suele empecinarse contra nosotros los hijos de Pastores, de una manera tan fuerte que atenta contra la fortaleza de nuestra vasija. Aunque la tentación de renunciar toque a tu puerta, por favor no cedas; no hay peor decisión que abandonar en medio del impacto que ha recibido tu recipiente y mucho menos en estos tiempos tan cruciales, donde desistir no es negociable y tampoco una opción. Es tiempo de consolidarnos con Dios, permitiéndole a Él y solamente Él, que restaure todo nuestro ser.

Existen grietas en nuestras vasijas que la misma sal será el antídoto perfecto para la sanación. Es doloroso, incómodo y desesperante, y todos los adjetivos que puedas añadir, más las experiencias venideras traerán sentido de propósito a nuestras vidas.

Esto me mueve a formularte la siguiente pregunta… ¿que tiene mayor peso? ¿Lo que te han causado o a cuantos has tenido la bendición de consolar, porque has sido sanado para sanar? Este ha sido el resultado del impacto de la sal en ti.

Se puede tener el mayor deseo de ayudar a suplir necesidad, pero si el canal que utilizas tiene agujeros, el elemento se perderá. No solamente es necesario la intención, sino que tu medio de transporte debe estar calificado para zarpar.

¿Lo puedes apreciar? Todo se sincroniza y se perfila más claro. Preparamos nuestras vasijas, sanamos nuestras heridas, para luego “Dad por gracia lo que por gracia has recibido” (Mateo 10:8)

Con todo el cariño,
Betzy

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