Asumir posiciones de liderazgo es una gran responsabilidad. Se debe cumplir con unos roles particulares, en tiempos específicos y a su vez trabajar directamente con el equipo de trabajo y demás personas. El crear planes y estrategias puede ser complejo; sin embargo, el lograr que varias personas se pongan de acuerdo esa es la verdadera misión.
Cada ser humano es único e irrepetible, todos contamos con una historia y una personalidad que nos caracteriza. ¡Qué hermoso seria liderar y que todos estuviesen de acuerdo! Pero esa no es la realidad, muchas veces hasta nosotros mismo debatimos con nuestros propios pensamientos e ideas. Mientras pensaba en qué podía compartir con ustedes en este escrito fueron varios los temas que llegaron a mi mente. Comencé a escribir sobre este tema y paré, comencé a escribir otro y también paré; así que regresé aquí. Así mismo sucede con las personas que lideramos.
El tener en nuestro equipo gente que rete nuestras ideas son igual de importantes que los que se unen rápidamente y entienden la visión. Jesús vivió la misma experiencia con Natanael (Juan 1:45-47). Natanael era de este tipo de personas que tienen una actitud no muy agradable, que hablan o asumen sin analizar, que subestimó a Jesús por el mero hecho de su lugar de procedencia. Sin embargo, Jesús sabía lo que este hombre había dicho y al encontrarse con él no le miró con desprecio, no le habló con sarcasmo, sino que le resaltó sus cualidades.
Más adelante, cuando Jesús estaba creando su equipo de trabajo, adivinen quién fue llamado a ser de los discípulos… Sí, Natanael. Cualquiera de nosotros no hubiese pensado en él como un candidato o hubiese estado en esa lista de los no, nunca, jamás de los jamases. Sin embargo, en un buen equipo de trabajo necesitamos personas que reten nuestra forma de pensar. Son precisamente estas personas las que nos empujan a prepararnos mejor, porque queremos estar listos por si surgen cuestionamientos. Son estas personas las que nos proveen el espacio para que veamos cuán firme somos, y también son las personas que nos enseñan a ser tolerantes y a perdonar.
Todo sucede con un propósito, si actualmente estas enfrentando a una “persona reto” a un Natanael, te invito a envolverlo/a en oración, a dar gracias por su vida y pedirle a Dios que te otorgue la sabiduría necesaria para lidiar con este tipo de persona. Con un Juan (amoroso) Jesús no hubiese cumplido su propósito, hacia falta un Judas que lo entregara, que lo traicionara y que lo llevara a la cruz para hoy tu y yo ser perdonados y tener una relación directa con el Padre. Su muerte nos trajo vida, lo exaltó hasta lo sumo y se le ha dado un nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9). ¡No reniegues de tu proceso, es señal de que viene gloria!
Bendiciones,
Pastora Jennifer Mauras-Rivera