Comienzo este escrito hablándote de manera general de mis amistades. Cada uno de mis amigos son distintos. Todos tienen distintos gustos en música, creencias, actividades sociales, “hobbies” y aun así me gusta tener la oportunidad de compartir con cada uno de ellos. Mientras comparto, hay momentos que pienso en cómo puedo evangelizarles, cuál sería el mejor momento, el versículo indicado, las respuestas indicadas para hablarles de ese amor que a mí me llena; y me sincero ante ustedes, pues en ocasiones me he cohibido de hacerlo. Tal vez te ha pasado como a mí, que no sabes cómo romper el hielo en esos momentos. 

    Entonces, a mí mente vino el pensamiento, que no basta solo con hablar, sino demostrar quién es Jesús a la humanidad. Verás, Jesús no solo hablaba del inmenso poder que tenía, sino que llevaba sus palabras directamente a los hechos. Es ahí donde me acordaba, que mi mayor propósito en la tierra es de hablar, razonar, amar, perdonar y caminar como él. Mateo 11:29 dice:

“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas.”

    Las personas a nuestro al rededor saben o tienen una idea de cómo un cristiano vive su vida; pero que tal idea la vean reflejada en ti, tendrá más peso en impactar sus vidas. Jesús decía que aprendiéramos de él, pues de muchas de sus cualidades, él destacaba que era manso (significa de condición benigna) y humilde (que es conocer las propias limitaciones y debilidades, para obrar de acuerdo a ello). 

    ¿Qué quiero decirte con esto?— que quizás la clave a la evangelización no está en el simple hecho de cuánto puedas hablar, sino cuánto puedas demostrar a la humanidad, que Cristo vive en ti y que de alguna forma te esfuerzas cada vez más en ser como él.

Un fuerte abrazo, 

Shirley