Un cuerpo

Porque, así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo”

1 Corintios 12:12

Todo sabemos que existen diferentes tipos de relaciones: de pareja, entre la familia, de amistad, entre otros. Uno de estos tipos de relaciones que vivimos a diario, y nos afecta si es positivo o tóxico, es la relación entre un equipo de trabajo.

Recientemente, comencé a trabajar en una escuela con una principal relativamente nueva en su posición. En el poco tiempo que llevo, puedo decir que a ella le encanta convocar reuniones de facultad. En estas asambleas ella toma los primeros minutos para reiterar la misión, la visión y los valores de la escuela. La principal hace continuo énfasis en que nosotros como parte del equipo de trabajo, todo lo que nosotros hagamos debe ser con base en esa misión, en esa visión y en esos valores.

Como jefa, ella reconoce que cada maestro o empleado tiene su propio estilo o método de enseñanza. Sin embargo, ella quiere que, entre nosotros, al ser parte de un equipo, debe haber uniformidad y que, especialmente, la enseñanza esté basada en la fe cristiana.

Realmente es un reto para nosotros recordar y aplicar los pilares aprendidos que recibimos de nuestra líder. Es difícil porque, como humanos, muchas veces queremos hacer las cosas a nuestra manera. Sin embargo, debemos reconocer que hay una persona que recibe la misión, la visión y los valores; esa persona debe dedicarse a comunicarlos; nuestro deber es ejecutar para mantener un equipo saludable y funcional.

¿Qué pasa con el equipo cuando se desconoce la misión?

  • Sin un propósito o norte, el equipo deja de ser funcional.

Cuando mi esposo estaba pastoreando en Puerto Rico, él le dijo al grupo de trabajo que quería que hicieran algo, pero sin establecer un norte. Esa instrucción imprecisa causó confusión y frustración en todos nosotros. Llegó al punto en que dejamos de ser funcionales, ya que no estábamos claros de qué debíamos hacer y por qué debíamos hacerlo.

  • No crece.

Un equipo se desarrolla dependiendo de la actitud, tanto del líder como del grupo. Un amigo nos enseñó que un organismo saludable siempre crece y se desarrolla. Es decir, cuando tenemos la actitud correcta, siendo positivos, apoyando los unos a los otros, siempre hablando las palabras correctas, causará indudablemente que la moral cambie de manera positiva y comienza a dar resultados.

  • No da frutos.

Todo miembro en un equipo tiene valor. No hablo de un valor funcional; eso sería ya valorar a los del equipo por interés. Más bien, hablo de un valor como personas e hijos de Dios. Cuando entendemos ese valor, podemos actuar con amor cuando vemos que algún compañero o compañera está de ánimos distintos o inusuales, como tristeza, coraje o dolor interno. Cuando comprendemos los cambios de ánimos, desarrollamos relaciones saludables que se transforman en frutos, no solamente entre ellos, sino entre todo el equipo.

  • Permitimos que el ego nos controle.

En un equipo, las emociones traicionan. Mi esposo les ha enseñado a las personas cercanas a él que no tiene problemas en que le peleen y le reclamen, dentro de ciertos parámetros. Somos humanos y vamos a tener sentimientos positivos y negativos. Sin embargo, lo importante de todo es que, al final del día y la situación, todo se puede hablar y cerrar con un abrazo en paz. Este tipo de diálogo abierto trabaja mucho con el ego del que escucha, porque no es fácil bajar la guardia cuando uno está siendo confrontado por sentimientos ajenos.

  • ¿Ya dije que no crece?

En un equipo, las puertas siempre deben estar abiertas para que las personas entren, pero también para que salgan. No todo el mundo va a estar para siempre, pero eso no es motivo para cerrar grupos, cortar amistades y comunicación o prohibir que otros salgan a nuevas etapas de su vida. Los equipos de trabajo son un organismo que fluye y se adapta, crece y madura. Este crecimiento causará que las personas dentro de ese equipo vivan lo mismo en un nivel personal.

Lo interesante de todo esto es que, aunque estoy hablando de un equipo de trabajo -el cual puede ser profesional, en una iglesia, en un proyecto personal o en Pote de Sal- es exactamente lo que Jesús nos enseñó sobre cómo se supone que trabaje y funcione la Iglesia.

Es un cuerpo que siente y padece, que piensa y madura, que ama y perdura sin importar lo que suceda. Es la muerte al egoísmo lo que se necesita para desarrollar nuestro carácter humano, madurez y conciencia espiritual que causa la ejecución indiscutible de sueños, metas y, sobre todo, el crecimiento del equipo.

No importa en qué tipo de equipo te encuentres, reconoce a tu líder, entiende su misión, su visión y sus valores y ejecuta tu trabajo, tu ministerio o tus escritos a base de esos tres pilares.

Isa Figueroa

lanoviadelpastor.com & isafigueroa.com

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