Si pregunto: ¿De cuántas personas es una relación? De seguro dirías que obviamente de dos personas o de tres, para los que quieran incluir a Dios. Hay respuestas que parecen obvias, pero muchas veces nos caemos en lo básico.
Cuando comienzas una relación, y digamos que no es ni siquiera oficial, la gente comienza a bombardearte de opiniones no solicitadas y muchos, pero muchos consejos. Te dicen, por ejemplo, por cuánto tiempo debes salir con esa persona antes de casarte; te dicen que no debe pasar más de X cantidad de tiempo sin un compromiso. Que no se besen; que se besen para saber si hay química. Que no tengan relaciones; que tengan relaciones para ver si el matrimonio durará (¡sí, increíblemente de personas cristianas!). Que pasen tiempo solos; que nunca estén solos. Si sigo, ustedes saben que esta lista sería de nunca acabar.
Quizás estas personas lo hacen con las mejores intenciones porque nos quieren o nos aman y quieren lo mejor para nosotros. Sin embargo, algo que he aprendido en el camino, tanto de relaciones pasadas como de la actual, propia y hasta de otros por medio de observación, es que no todas las relaciones funcionan de la misma manera. Por lo tanto, una pregunta que nos debemos hacer es si realmente los consejos ayudan o no.
Todos pecamos de este mal, porque debemos escuchar consejos para ser sabios, pero es más lo que decimos que lo que escuchamos. A todos nos encanta dar consejos, sobre todo los que no seguimos. Hay un dicho muy famoso que me encanta y es que “nadie sabe lo que hay en la olla mas que la cuchara que la menea”. El hecho de que una pareja no se vea feliz según nuestros estándares no nos da autorización para decirles que se deben dejar o cómo manejar la situación.
Hoy día, con el movimiento fuerte de influencers todos son expertos en algo. Se debe tener demasiada cautela a quién escuchamos. Todos tienen una opinión y quieren opinar sobre un tema en particular. Nos hablan de reglas que se deben seguir para conseguir el éxito en algo, sobre todo en relaciones. No obstante, creo que hay solo una regla a seguir en las relaciones. Esta regla sagrada es lo que dice Marcos 12:30: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.
“Realmente no amarás a nadie más si no amas a Dios en primer lugar. Y nadie realmente te amará si no ama a Dios más de lo que te aman a ti”.
Marshall Segal
Lo mejor de este consejo es que no te lo da el hermano de la iglesia ni tu tía, sino Jesús mismo.
La pregunta inicial dice de cuántas personas es una relación. Sí, muchos dirán que de tres para incluir a Dios en ella. Sin embargo, estoy un poco en contra de este argumento y explicaré por qué según mi punto de vista como esposa. El argumento lo puedo resumir en una sola palabra: responsabilidad. ¿Quiénes son responsables para que una relación sea saludable?
He aprendido a través de mi esposo que Jesús es un caballero. Él no entra si no lo dejamos entrar. Nuestro desarrollo espiritual es uno individual y personal; el de mi esposo y el mío son dos búsquedas apartes que se unen y dan frutos, pero todo comienza en un desarrollo personal.
Por lo tanto, mi relación con Jesús y la relación de mi esposo con Jesús es lo que permitirá que Él trabaje en nuestro matrimonio Así que nuestro matrimonio y nuestra relación con Jesús es responsabilidad de ambos individualmente para que Él pueda entrar y participar como el tercer hilo.
Así que debemos evitar involucrar a personas externas en nuestra relación, excepto por psicólogos y terapistas reales. Tristemente, esto incluye a dejar a los padres fuera de nuestros noviazgos y matrimonios, sobre todo matrimonios.
Génesis 2:24 (“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre…”) se ha convertido en uno de mis versículos favoritos en estos últimos años. Me encanta cuando lo mencionan en las bodas porque siento que los pastores educan más a los padres que a los hijos. Mientras citan este verso siento que están explicando que el/la hijo/a ya no será su responsabilidad y se irá de la casa para ser responsable de su propio hogar. Debemos educar a las personas que nos rodean y a nuestros padres que la relación que tenemos es nuestra responsabilidad. El noviazgo es una etapa hermosa que no debe ser abrumada por terceros. Las relaciones fue una idea de Dios porque Dios en sí es una relación (Génesis 1:26). Debemos vivir día a día y disfrutar de cada etapa hermosa de nuestra relación de dos con el tercer hilo, buscar el reino de Dios y todas las cosas serán añadidas en el camino.
Un abrazo,
Isa Figueroa
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