Hace unos días, Samuel, un joven de la congregación que pastoreo me envío un audio a las 11:00 de la noche con una pregunta muy interesante “¿Para qué uno ora si Él (refiriéndose a Dios) ya sabe lo que va a pasar?” (lea la pregunta de nuevo). Al escuchar su pregunta me detuve por un momento a analizar su duda, pero a su vez estaba alegre de que él mostrara esa curiosidad.
Comencé reafirmándole que es cierto que nuestro Dios es omnisciente, él todo lo sabe. Luego, mi mente dividió la respuesta en dos vertientes.
Por la oración, Elías contuvo la lluvia durante tres años y medio. Luego, por la oración hizo llover nuevamente. (Lee 1 Reyes 17 y 18)
En primer lugar, le dije que Dios nos invita a orar porque la oración tiene el poder de cambiar las cosas. ¡Sí! La oración puede cambiar nuestras situaciones y/o las de otros. Sabiendo esto, reconozco que como creyentes tenemos una gran responsabilidad. La analogía que utilicé tal vez no sea la ideal, pero fue lo que vino a mi mente. Así que le dije: si estas en una fiesta al aire libre y dejas el plato de comida sobre una mesa es probable que si no lo “abanicas” una mosca se pare sobre tu comida… ¿Qué quiero decir? El plato simboliza la situación que estemos viviendo y el acto de abanicar simboliza la oración. Nosotros tenemos la voluntad de abanicar o no, si no lo hacemos la mosca llega nuestro plato sin problemas, más si nos mantenemos cerca del plato abanicándolo la mosca no podrá acercarse y lo mantendremos seguro.
En segundo lugar, y fue la otra perspectiva que analicé de su pregunta. ¿Qué pasa si el Dios que conoce todas las cosas, sabe que mi oración no va a cambiar el resultado de la situación? ¿Para qué orar? ¿Vale la pena orar? Decidí compartirle un testimonio personal (que luego compartiré con ustedes) donde oré con todo mi corazón pidiéndole a Dios un milagro y no sucedió. No le negué que me frustré y me entristecí mucho. Sin embargo, después de un par de años reconocí que ya no era la misma persona. Hubo un antes y un después. Aunque no me gustó pasar ese amargo desierto, ahora hay en mí una sensación de dulce paz y confianza. Ahora puedo ver cómo mi fe fue probada y salí aprobada.
“A veces Dios no cambia tu situación, porque Él está tratando de cambiar tu corazón.”
Muchas veces Dios no cambia la circunstancia porque el fin de esa situación es cambiarnos a nosotros. Yo cambié, mi visión cambió, mi corazón cambió… es fácil adorar a Dios y servirle cuando nuestras oraciones son contestadas como queremos, pero el ser fiel y seguir creyendo cuando parece que él no nos oye es otra cosa. Culminé diciéndole, Job era un hombre fiel, justo e integro que ofrecía sacrificios a Dios hasta con bono. Sin embargo, su fidelidad y su oración no lo eximieron de pasar un sinnúmero de pruebas dolorosas. Dios sabía que ni todos los sacrificios ofrecidos (hasta los de bono) lograrían cambiar el resultado de la prueba que se le avecinaba. Job pasó todo lo que pasó para que él pudiera ver a Dios. ¡¿Qué?! Sí, al final del libro Job reconoció “… de oídas te había oído más ahora mis ojos te ven…” (Job 42:5) ¿Vale la pena orar? ¡Vale la pena orar!
Con amor,
Jennifer Maurás
Copyright © 2020 Pote De Sal
Todos los derechos reservados potedesal.com
Me encantó el ejemplo de abanicar el plato para que no lleguen las moscas!